Cuento clásico de Caperucita Roja y el Lobo Feroz más otras versiones del cuento

 

Todo el mundo conoce el cuento de caperucita roja, ¿pero esto es realmente cierto? Pues probablemente NO. Esta afirmación se puede decir que es algo incompleta o indeterminada. Y lo decimos así, porque existen diferentes versiones del cuento de caperucita roja. Vamos, sigue con nosotros y acompáñanos, vamos a conocer las más importantes:

El cuento de Caperucita roja y el lobo feroz es uno de los cuentos infantiles más conocidos. Siempre ha sido utilizado para adoctrinar a los menores sobre los peligros de hablar con extraños. Sin más preámbulos vamos a conocer el clásico el qué todos tenemos en mente, el cuento de caperucita roja y el lobo feroz. La historia comienza así…

Versión clásica del Cuento de Caperucita Roja y el Lobo Feroz

Érase una vez a caperucita roja una niña muy guapa y linda que vivía cerca de un gran bosque. En el otro lado del bosque vivía su abuelita, quien con todo su amor había  realizado una preciosa caperuza de color rojo a su nieta. Esta caperuza era tan usada  por la niña que le terminaron llamando Caperucita Roja.

Cierto día la madre le comentó que tenía un pequeño trabajo para ella:

– Debes de ir a casa de abuelita tu solita y llevarle alimentos porque se encuentra en la cama enferma. Debemos de ayudarle caperucita, pero ten mucho cuidado cuando vayas por el camino del bosque y no te detengas a hablar con nadie.

Tras recibir los consejos, el beso y la cestita, Caperucita Roja con gran cariño emprendió el camino a través del bosque.  La vereda la llevaba a casa de su abuelita entre frondosos árboles. Y como Caperucita era tan amable y simpática todos los animales salían a su encuentro.La saludaban y hablaban con ella acompañandola en su alegre caminar.

Al estar tan distraída no apreciaba que el malvado del bosque, el lobo feroz, la seguía en la distancia a través de los árboles. Sus malas intenciones se apreciaban, pues tenía bastante hambre. Sin embargo no se atrevía a atacar porque en las cercanías había cazadores y leñadores que podían protegerla. Así que ideó un astuto plan.

Se adelantó y espero a Caperucita en un punto del camino donde le preguntó: ¿Dónde vas tan contenta Caperucita?

Y está tan amable y confiada olvidando los consejos de su mama sobre los extraños le contestó . Hola señor Lobo, voy a ver a mi abuelita que vive en la primera cabaña al otro lado del bosque.

El lobo al conocer el destino se despidió y corrió por un atajo que conocía hasta la casa de la abuelita para llegar antes.

Una vez en la casa tomó por sorpresa a la abuelita, la ató y la escondió en el armario. Así podría comersela después, porque Caperucita estaba a punto de llegar.

El lobo siguió su plan y se metió en la cama con la ropa de la abuelita. Al poco tiempo vio a Caperucita Roja que llegaba a la casa y luego a la cama. La niña extrañada por la diferente apariencia  que la enfermedad había dado a su abuelita le preguntó:

-Abuelita – ¡qué orejas más grandes tienes!

-Son para escucharte mejor -dijo el lobo.

-Abuelita, ¡qué ojos más grandes tú tienes!

-Son para verte mejor, caperucita.

-Abuelita, ¡qué dientes más grandes que tienes!

-Son para comerte mejor -gritó el lobo saltando de la cama sobre ella.

Pero un cazador, que había visto al lobo correr y le había parecido sospechoso, entró en ese mismo momento en la casa asestando grandes golpes al lobo. Este huyó despavorido para no volver jamás.

Al dar las gracias al cazador  oyeron ruidos dentro del armario y sacaron a  la abuelita que abrazó fuertemente a su nieta por el peligro tan grande que había pasado y que finalmente se quedó en un susto para alegría de la abuelita y Caperucita Roja.

 

cazador, abuelita y caperucita celebra el final feliz del cuento
caperucita, cazador y abuelita felices

Fin

Vamos a comenzar a conocer otras versiones del cuento de caperucita roja y el lobo feroz, empezaremos por conocer otra versión muy popular:

Versión del cuento de caperucita roja  de los Hermanos Grimm

Esta versión es la más conocida, la que probablemente todos conozcamos publicadas por los hermanos Grimm con un  final feliz típico de cuento y que fue escrita en la primera parte del siglo XIX. Al final del texto encontrarás el cuento en fichero PDF para descargar.

Había una vez una adorable niña que era querida por todo aquél que la conociera, pero sobre todo por su abuelita, y no quedaba nada que no le hubiera dado a la niña. Una vez le regaló una pequeña caperuza o gorrito de un color rojo, que le quedaba tan bien que ella nunca quería usar otra cosa, así que la empezaron a llamar Caperucita Roja.

Un día su madre le dijo:
-Ven, Caperucita Roja, aquí tengo un pastel y una botella de vino, llévaselas en esta canasta a tu abuelita que esta enfermita y débil y esto le ayudará. Vete ahora temprano, antes de que caliente el día y en el camino, camina tranquila y con cuidado, no te apartes de la ruta, no vayas a caerte y se quiebre la botella y no quede nada para tu abuelita. Y cuando entres a su dormitorio no olvides decirle, “Buenos días”, ah, y no andes curioseando por todo el aposento.


-No te preocupes, haré bien todo, -dijo Caperucita Roja y tomó las cosas y se despidió cariñosamente.
La abuelita vivía en el bosque, como a un kilómetro de su casa. Y no más había entrado Caperucita Roja en el bosque, siempre dentro del sendero, cuando se encontró con un lobo.
Caperucita Roja no sabía que esa criatura pudiera hacer algún daño, y no tuvo ningún temor hacia él.
-Buenos días, Caperucita Roja -dijo el lobo.
-Buenos días, amable lobo.
-¿A dónde vas tan temprano, Caperucita Roja?
-A casa de mi abuelita.
-¿Y qué llevas en esa canasta?
-Pastel y vino. Ayer fue día de hornear, así que mi pobre abuelita enferma va a tener algo bueno para fortalecerse.
-¿Y dónde vive tu abuelita, Caperucita Roja?
-Como a medio kilómetro más adentro en el bosque. Su casa está bajo tres grandes robles, al lado de unos avellanos. Seguramente ya los habrás visto -contestó inocentemente Caperucita Roja.
El lobo se dijo en silencio a sí mismo: “¡Qué criatura tan tierna! qué buen bocadito y será más sabroso que esa viejita. Así que debo actuar con delicadeza para obtener a ambas fácilmente.”

Entonces acompañó a Caperucita Roja un pequeño tramo del camino y luego le dijo:
-Mira Caperucita Roja, que lindas flores se ven por allá, ¿por qué no vas y recoges algunas? Y yo creo también que no te has dado cuenta de lo dulce que cantan los pajaritos. Es que vas tan apurada en el camino como si fueras para la escuela, mientras que todo el bosque está lleno de maravillas.
Caperucita Roja levantó sus ojos y cuando vio los rayos del sol danzando aquí y allá entre los árboles y vio las bellas flores y el canto de los pájaros, pensó: “Supongo que podría llevarle unas de estas flores frescas a mi abuelita y que le encantarán. Además, aún es muy temprano y no habrá problema si me atraso un poquito, siempre llegaré a buena hora.” Y así, ella se salió del camino y se fue a cortar flores. Y cuando cortaba una, veía otra más bonita, y otra y otra, y sin darse cuenta se fue adentrando en el bosque. Mientras tanto el lobo aprovechó el tiempo y corrió directo a la casa de la abuelita y tocó a la puerta.


-¿Quién es? -preguntó la abuelita.
-Caperucita Roja -contestó el lobo-. Traigo pastel y vino. Ábreme, por favor.
-Mueve la cerradura y abre tú -gritó la abuelita-, estoy muy débil y no me puedo levantar.
El lobo movió la cerradura, abrió la puerta y sin decir una palabra más, se fue directo a la cama de la abuelita y de un bocado se la tragó. Y enseguida se puso ropa de ella, se colocó un gorro, se metió en la cama y cerró las cortinas.

Mientras tanto, Caperucita Roja se había quedado recolectando flores y cuando vio que tenía tantas que ya no podía llevar más, se acordó de su abuelita y se puso en camino hacia ella.
Cuando llegó, se sorprendió al encontrar la puerta abierta y al entrar a la casa, sintió un extraño presentimiento y se dijo para sí misma: “¡Oh Dios! que incómoda me siento hoy, y otras veces que me ha gustado tanto estar con abuelita.” Entonces gritó:
-¡Buenos días! -pero no hubo respuesta, así que fue al dormitorio y abrió las cortinas. Allí parecía estar la abuelita con su gorro cubriéndole toda la cara y con una apariencia muy extraña-. ¡Oh, abuelita! -dijo-, qué orejas tan grandes que tienes.
-Es para oírte mejor, mi niña -fue la respuesta.
-Pero abuelita, qué ojos tan grandes que tienes.
-Son para verte mejor, querida.
-Pero abuelita, qué brazos tan grandes que tienes.
Para abrazarte mejor.
-Y qué boca tan grande que tienes.
-Para comerte mejor.
Y no había terminado de decir lo anterior, cuando de un salto salió de la cama y se tragó también a Caperucita Roja.


Entonces el lobo decidió hacer una siesta y se volvió a tirar en la cama y una vez dormido empezó a roncar fuertemente. Un cazador que por casualidad pasaba en ese momento por allí, escuchó los fuertes ronquidos y pensó, “¡Cómo ronca esa viejita! Voy a ver si necesita alguna ayuda.”
Entonces ingresó al dormitorio y cuando se acercó a la cama vio al lobo tirado allí. -¡Así que te encuentro aquí, viejo pecador! -dijo él-. ¡Hacía tiempo que te buscaba!

Y ya se disponía a disparar su arma contra él, cuando pensó que el lobo podría haber devorado a la viejita y que aún podría ser salvada, por lo que decidió no disparar. En su lugar tomó unas tijeras y empezó a cortar el vientre del lobo durmiente. En cuanto había hecho dos cortes, vio brillar una gorrita roja, entonces hizo dos cortes más y la pequeña Caperucita Roja salió rapidísimo, gritando:
-¡Qué asustada que estuve, qué oscuro que está ahí dentro del lobo! -y enseguida salió también la abuelita, vivita, pero que casi no podía respirar. Rápidamente, Caperucita Roja trajo muchas piedras con las que llenaron el vientre del lobo. Y cuando el lobo despertó, quiso correr e irse lejos, pero las piedras estaban tan pesadas que no soportó el esfuerzo y cayó muerto.

Las tres personas se sintieron felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó a su casa. La abuelita comió el pastel y bebió el vino que le trajo Caperucita Roja y se reanimó. Pero Caperucita Roja solamente pensó: “Mientras viva, nunca me retiraré del sendero para internarme en el bosque, cosa que mi madre me había ya prohibido hacer.”

También se dice que otra vez que Caperucita Roja llevaba pasteles a la abuelita, otro lobo le habló y trató de hacer que se saliera del sendero. Sin embargo, Caperucita Roja ya estaba a la defensiva y siguió directo en su camino. Al llegar, le contó a su abuelita que se había encontrado con otro lobo y que la había saludado con “buenos días”, pero con una mirada tan sospechosa, que si no hubiera sido porque ella estaba en la vía pública, de seguro que se la hubiera tragado.
-Bueno, -dijo la abuelita- cerraremos bien la puerta, de modo que no pueda ingresar.
Luego, al cabo de un rato, llegó el lobo y tocó a la puerta y gritó:
-¡Abre abuelita que soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles!

Pero ellas callaron y no abrieron la puerta, así que aquel hocicón se puso a dar vueltas alrededor de la casa y de último saltó sobre el techo y se sentó a esperar que Caperucita Roja regresara a su casa al atardecer para entonces saltar sobre ella y devorarla en la oscuridad. Pero la abuelita conocía muy bien sus malas intenciones. Al frente de la casa había una gran olla, así que le dijo a la niña:
-Mira Caperucita Roja, ayer hice algunas ricas salsas, por lo que traje con agua la cubeta en las que las cociné y la olla que está afuera.
Y llenaron la gran olla a su máximo, agregando deliciosos condimentos. Y empezaron aquellos deliciosos aromas a llegar a la nariz del lobo y empezó a aspirar y a caminar hacia aquel exquisito olor. Y caminó hasta llegar a la orilla del techo y estiró tanto su cabeza que resbaló y cayó de bruces exactamente en el centro de la olla hirviente, ahogándose y cocinándose inmediatamente. Y Caperucita Roja retornó segura a su casa y en adelante siempre se cuidó de no caer en las trampas de los que buscan hacer daño.

Leer cuento de caperucita roja de los hermanos grimm en este archivo: (descargar PDF)

Versión original del cuento de caperucita roja de Charles Perrault

También todos conocemos otros finales del cuento de caperucita roja y el lobo feroz que no son nada felices para los personajes femeninos y que fueron dulcificados para hacer la historia más infantil. Un ejemplo de final trágico es la versión de Perrault, donde Caperucita y la abuela son devoradas por el lobo.

Posteriormente, esta historia  fue suavizada por la versión anteriormente expuesta de los hermanos Grimm para conseguir su propia versión.

Leer caperucita de Charles Perrault en este archivo: (descargar PDF)

Unos de los punto más destacables de esta versión es la moraleja con chispa que introduce Charles Perrault para aleccionar a la jovencitas con la intención que se abstengan de romances.

Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.


Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
— Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.


Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
— Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
— ¿Vive muy lejos?, le dijo el lobo.
— ¡Oh, sí!, dijo Caperucita Roja, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.
— Pues bien, dijo el lobo, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.


El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.
— ¿Quién es?
— Es su nieta, Caperucita Roja, dijo el lobo, disfrazando la voz, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:
— Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
— ¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
— Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
— Tira la aldaba y el cerrojo caerá.

Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se
escondía en la cama bajo la manta:
— Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:
— Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
— Es para abrazarte mejor, hija mía.
— Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
— Es para correr mejor, hija mía.
Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
— Es para oír mejor, hija mía.
—Abuela, ¡que ojos tan grandes tiene!
— Es para ver mejor, hija mía.
— Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
— ¡ Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.


MORALEJA
Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña: 
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros

Versión del cuento de  caperucita roja de Ludwig Tieck

En 1800 entre la obra de los hermanos Grimm y la de Charles Perrault, un escritor alemán Ludwig Tieck escribió su versión. Una obra de teatro escrita en verso que también terminaría dramáticamente para caperucita. En esta versión incluirá nuevos personajes como el cazador y dotaba a los existentes papeles de más complejidad. El fin del escritor era hacer una analogía entre el cuento y el  momento político de su tiempo, representaba al lobo como la revolución francesa y a caperucita como el pueblo alemán.

Versión original del cuento de caperucita roja y el lobo feroz

Y que vamos a decir de las anteriores versiones originales del cuento de caperucita roja. Unos relatos provenientes de la tradición oral europea y pasadas de generación a generación mediante la narrativa hablada, donde el fin de las protagonistas es cruel con ánimo a afianzar una lección de vida. Se piensa que la versión original de caperucita roja es francesa. Para ejemplo de una de estas versiones originales de caperucita, el conocido “cuento de la abuela”, un relato de tradición recogido por un folclorista francés en el siglo XIX y que presenta extractos diremos que vulgares por lo escatológico y lo crudo de la versión. Al final de estas versiones del cuento podrás encontrar un enlace para descargar la historia en pdf.

Primer ejemplo de cuento original de caperucita roja y el lobo feroz “cuento de la abuela”

“Había una mujer que acababa de cocer pan. Le dijo a su hija:
– Ve a llevarle esta hogaza calentita y esta botella de leche a tu abuelita.
Y la niña partió. En la encrucijada se topó con un bzou, (un hombre lobo), que le dijo:
– ¿Adónde vas?
– Le llevo esta hogaza calentita y esta botella de leche a mi abuelita.
– ¿Qué camino tomarás? – le preguntó el bzou- ¿el de las agujas o el de los alfileres?
– El camino de las agujas, le dijo la niña.
– Vale, entonces yo tomaré el de los alfileres.
La pequeña niña se distrajo recogiendo agujas. Mientras tanto, el hombre lobo llegó a la casa de la abuela, la mató y puso un poco de su carne en la despensa y una botella de su sangre en el estante. La niña llegó y llamó a la puerta.
– Empuja- dijo el bzou- está cerrada con paja mojada.
– Buenos días, abuelita. Te traigo una hogaza calentita y una botella de leche.
– Ponlo en la despensa, mi niña. Coge la carne que está allí, y bebe de la botella de vino que hay sobre el estante.
Mientras ella comía, un pequeño gato decía:
¡Que puerca! Se come la carne de su abuela y se bebe su sangre.
– Desvístete, mi niña- dijo el hombre lobo- y échate aquí, junto a mí.
– ¿Dónde dejo el delantal?
– Tíralo al fuego, mi niña, ya no te va a hacer ninguna falta.
Y cada vez que le preguntaba dónde dejaba todas sus otras prendas, el corpiño, el vestido, las enaguas, las largas medias, el bzou respondía:
– Tíralas al fuego, mi niña, no las necesitarás nunca más.
Cuando se tumbó en la cama, la niña dijo:
– Ay, abuelita, ¡qué peluda eres!
– Así no paso frío, mi niña.
– Ay, abuelita, ¡qué uñas tan largas tienes!
– Así me rasco mejor, mi niña.
– Ay, abuelita, ¡qué hombros tan anchos tienes!
– Así puedo cargar la leña para el fuego, mi niña.
– Ay, abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes!
– Así te oigo mejor, mi niña.
– Ay, abuelita, ¡qué agujeros de la nariz tan grandes tienes!
– Así aspiro mejor el aroma de mi tabaco, mi niña.
– Ay, abuelita, ¡qué boca tan grande tienes!
– Es para comerte mejor, mi niña.
– ¡Oh abuelita, me he puesto mala¡ Déjame salir.
– Mejor háztelo en la cama, mi niña.
– Ay, no, abuelita, quiero ir fuera.
– De acuerdo, pero no tardes mucho.
El bzou le ató un cordón de lana al pie y la dejó salir. Cuando la niña estuvo fuera, ató el cordón a un ciruelo que había en el jardín. El hombre lobo se impacientó y dijo:
– ¿Estás haciendo mucho? ¿Estás cagando?.
Cuando vio que no le respondía nadie, salió de la cama de un salto y vio que la niña había escapado. La siguió pero llegó a su casa justo cuando ella cerraba la puerta tras de sí, poniéndose a salvo.

Segundo ejemplo de cuento original de caperucita roja y el lobo feroz 

Había una vez una niñita a la que su madre le dijo que llevara pan y leche a su abuela.
Mientras la niña caminaba por el bosque, un lobo se le acercó y le preguntó adonde se
dirigía.
–A la casa de mi abuela, le contestó.
–¿Qué camino vas a tomar, el camino de las agujas o el de los alfileres?
–El camino de las agujas.
El lobo tomó el camino de los alfileres y llegó primero a la casa. Mató a la abuela, puso
su sangre en una botella y partió su carne en rebanadas sobre un platón. Después se
vistió con el camisón de la abuela y esperó acostado en la cama. La niña tocó a la
puerta.
–Entra, hijita.
–¿Cómo estás, abuelita? Te traje pan y leche.
–Come tú también, hijita. Hay carne y vino en la alacena.
La pequeña niña comió así lo que se le ofrecía; mientras lo hacía, un gatito dijo:
–¡Cochina! ¡Has comido la carne y has bebido la sangre de tu abuela!
Después el lobo le dijo:
–Desvístete y métete en la cama conmigo.
–¿Dónde pongo mi delantal?
–Tíralo al fuego; nunca más lo necesitarás.
Cada vez que se quitaba una prenda (el corpiño, la falda, las enaguas y las medias), la
niña hacía la misma pregunta; y cada vez el lobo le contestaba.
Cuando la niña se metió en la cama, preguntó:
–Abuela, ¿por qué estás tan peluda?
–Para calentarme mejor, hijita.
–Abuela, ¿por qué tienes esos hombros tan grandes?
–Para poder cargar mejor la leña, hijita.
–Abuela, ¿por qué tienes esas uñas tan grandes?
–Para rascarme mejor, hijita.
–Abuela, ¿por qué tienes esos dientes tan grandes?
–Para comerte mejor, hijita. Y el lobo se la comió.

Leer “el cuento de abuela” posible versión original de caperucita: (descargar PDF cuento de la abuela)

Otro ejemplo sería esta versión de tradición oral de caperucita (descargar PDF caperucita oral)

Versiones del cuento de caperucita roja mala y el lobo bueno

Por otro lado tenemos las versiones modernas de caperucita roja y el lobo feroz, con un sinfín de perspectivas con diferentes argumentos y tramas.  Diferentes versiones hacen hincapié en la versión del lobo, desde el punto de vista de que él era el bueno y caperucita roja es mala. Vamos a conocer algunas:

Versión del cuento de caperucita del lobo bueno

Una versión que nos presenta un lobo bueno que nunca pudo contar su verdad y una niña caperucita histérica. Leer caperucita  y el lobo bueno en el archivo: (descargar PDF)

El bosque era mi casa. Allí vivía yo y lo cuidaba.
Procuraba tenerlo siempre limpio y arreglado. Un día de sol, mientras estaba recogiendo la basura que habían dejado unos domingueros, oí unos pasos.
De un salto me escondí detrás de un árbol y vi a una chiquilla más bien pequeña que bajaba por el sendero llevando una cestita en la mano.


En seguida sospeché de ella porque vestía de una forma un poco estrafalaria, toda de rojo, con la cabeza cubierta, como si no quisiera ser reconocida.
Naturalmente me paré para ver quién era y le pregunté cómo se llamaba, a dónde iba y cosas por el estilo. Me contó que iba a llevar la comida a su abuelita y me pareció una persona honesta y buena, pero lo cierto es que estaba en mi bosque y resultaba sospechosa con aquella extraña caperuza, así que le advertí, sencillamente, de lo peligroso que era atravesar el bosque sin antes haber pedido permiso y con un atuendo tan raro.


Después la dejé que se fuera por su camino pero yo me apresuré a ir a ver a su abuelita.
Cuando vi a aquella simpática viejecita le expliqué el problema y ella estuvo de acuerdo en que su nieta necesitaba una lección.
Quedamos en que se quedaría fuera de la casa, pero la verdad es que se escondió debajo de la cama: yo me vestí con sus ropas y me metí dentro.
Cuando llegó la niña la invité a entrar en el dormitorio y ella en seguida dijo algo poco agradable sobre mis grandes orejas. Ya con anterioridad me había dicho otra cosa desagradable, pero hice lo que pude para justificar que mis grandes orejas me permitirían oírla mejor. Quise decirle también que me encantaba escucharla y que quería prestar mucha atención a lo que me decía, pero ella hizo en seguida otro comentario sobre mis ojos saltones.


Podéis imaginar que empecé a sentir cierta antipatía por esta niña que aparentemente era muy buena, pero bien poco simpática. Sin embargo, como ya es costumbre en mí poner la otra mejilla, le dije que mis ojos grandes me servirían para verla mejor.


El insulto siguiente sí que de veras me hirió. Es cierto que tengo grandes problemas con mis dientes que son enormes, pero aquella niña hizo un comentario muy duro refiriéndose a ellos y aunque sé que hubiera tenido que controlarme mejor, salté de la cama y le dije furioso que mis dientes me servían ¡para comérmela mejor!


Ahora, seamos sinceros, todo el mundo sabe que ningún lobo se comería a una niña. Pero aquella loca chiquilla empezó a correr por la casa gritando y yo detrás, intentando calmarla hasta que se abrió de improviso la puerta y apareció un guardabosque con un hacha en la mano. Lo peor es que yo me había quitado ya el vestido de la abuela y en seguida vi que estaba metido en un lío, así que me lancé por una ventana que había abierta y corrí lo más
veloz que pude.


Me gustaría decir que así fue el final de todo aquel asunto, pero aquella abuelita nunca contó la verdad de la historia. Poco después empezó a circular la voz de que yo era un tipo malo y antipático y todos empezaron a evitarme.
No sé nada de aquella niña con aquella extravagante caperuza roja, pero después de aquel
percance ya nunca he vuelto a vivir en paz.

 

Declaración del lobo bueno del cuento de caperucita ante el juez

Otra versión leída en un blog de internet donde le lobo no es tan bueno , pero si que aporta su particular versión de los hechos acontecidos  al tribunal que lo juzga:

Leer declaración del lobo ante el juez: (enlace)

Versión del cuento de  caperucita mala y malvada

version caperucita mala

 

Una versión sanguinaria con una caperucita malvada NO apta para niños, el relato está titulado:  La terrible historia del lobo bueno y Caperucita Feroz escrito por  Antonio Vega

Leer caperucita  mala malvada mucho más que gamberra: (descargar PDF )

Cuentan los más viejos del lugar que a su vez les contaron en su infancia una terrible historia acontecida en los tiempos lejanos en que algunas cosas aún no tenían nombre, muchísimo antes de sus padres, de los padres de sus padres y de los padres de éstos.
Cuentan que vivió en la comarca una hermosa niña rubia y de enormes ojos color turquesa, de dulces y arreboladas mejillas y suave piel de durazno. Esta apariencia tan angelical ocultaba en su seno, sin embargo, un espíritu extremadamente retorcido, impensable en una criatura de tan corta edad.


Ante la visión fugaz de su caperuza escarlata, mujeres, niños y hasta los hombres más valientes del pueblo cambiaban de acera cuando no de dirección. Nadie llegaba a ponerse de acuerdo sobre el sitio exacto de la población donde transcurrieron los hechos. Unos aseveran que se encontraba al pie de la cordillera del norte, siguiendo el camino de San Jerónimo; otros, que al este, más allá de un río que en esa época bajaba caudaloso en primavera, pero que ahora es un triste arroyo fangoso; y unos pocos mencionan una aldea perdida al sur de ricas llanuras de cultivo, sin que sepan decir de qué llanuras se trata ni sepan dar razón de su emplazamiento.


Los más simplemente se encogían de hombros cuando les preguntaban, con un gesto de sus manos restaban importancia al dato y seguían con la narración.
Ésta comienza una tarde en la que la niña, Caperucita Roja, que por ese nombre la conocían, antes de concluir la jornada ya había escondido los pantalones de su padre –que, por cierto, nunca más aparecieron-consiguió quemar el sofá preferido de su madre y hasta intentó meter al gato en el puchero. Sus padres, hartos y al borde de la exasperación, la enviaron a casa de la abuela poco antes de ponerse el sol. Habían oído que en el bosque en el que moraba aquélla habían visto rondar un lobo y, con el pretexto de una cesta con comida para la anciana,pretendían deshacerse de la hija que tantos quebraderos de cabeza les daba a ellos y a sus otros siete hermanos varones.


Ella, sin embargo, se regocijó con la idea porque se aburría con su familia y compartía con la anciana su pérfido carácter. En efecto, ésta la había aleccionado en sus primeras travesuras infantiles, pervirtiéndola luego con mil y una enseñanzas maliciosas que habían acabado por convertirla en un pequeño demonio depravado.


Andando y andando, envuelta en su caperuza, por fin, cuando estaba a punto de caer el oscuro manto de la noche, se adentró sin miedo en lo más profundo del bosque. Allí, al abrigo una gigantesca encina de tronco nudoso y ramas que se enroscaban como garfios, descansaba un lobo. Pero el de esta historia no era un lobo feroz, sino un lobo pacífico y sentimental. Incluso se negaba con asco a cazar animales para comer y sobrevivía alimentándose de raíces y bayas.


Esa tarde se sentía especialmente taciturno rumiando la desdichada soledad a que se veía condenado por el temor que la sola mención de su nombre inspiraba en el alma en los hombres y esperaba con melancólica paciencia ver salir las estrellas tras las copas de unos pinos.
Cuando vio pasar a la niña por el claro delante de la encina, atónito contempló cómo se detenía sonriéndole. Al contrario de lo que esperaba, no abrió los ojos con espanto ni huyó despavorida.


Caperucita, nada más ver al animal y habiéndose percatado en un instante de su cándido temperamento, urdió un plan en su perversa cabecita adornada de dorados rizos. Tras acercarse a él, con una dulzona voz impostada se interesó por su dura vida en el monte y, por último, invitó al lobo bueno a cenar a casa de la anciana, donde, le dijo, había un frondoso huerto con ricos tomates que parecían manzanas de oro, calabacinos tiernos del tamaño de calabazas, cebollas exquisitas como la miel y un sinfín de vegetales y frutas variadas, pues en su cesto sólo portaba
pan y fiambres.


A cambio le pedía un favor: debía hacerse pasar por ella para así gastarle una inocente broma a su abuela. El lobo, feliz de tener por fin una amiga y relamiéndose ante la idea del festín, aceptó entusiasmado. Se puso la caperuza, cogió la cesta con una de las patas delanteras y continuó el camino siguiendo las indicaciones de la niña. Ella, pese a que ya era casi noche cerrada, no se preocupó, pues, gracias a la anciana, conocía aquella zona del como la palma de su mano, y, tras observar como el lobo desaparecía tras unos arbustos, tomó un atajo.


Al poco llegó a una casita blanca con chimenea y allí, entre crueles carcajadas, Caperucita y su abuela celebraron la ocurrencia de la niña y se aprestaron a seguir la bufonada. Cuando el ingenuo animal llegó disfrazado con la caperuza y portando la cestita, halló la puerta abierta y, entrando al dormitorio, a la anciana en la cama:
-¿Eres tú, Caperucita? –dijo la abuela, con un fingido susurro.
-Sí, abuelita –respondió el lobo, con una no menos falsa vocecita.
-¿Seguro? Te veo… distinta… Esas orejas, qué orejas más grandes tienes.
-Son para oírte mejor cuando me cuentas cuentos, abuelita.
-Y esa nariz, qué nariz más grande tienes.
-Son para poder oler mejor esas ricas tartas que me haces, abuelita.
-Y…¿y esa boca? ¡qué boca más grande tienes!


Entonces, mirando fijamente los dientes del animal, que, a fuerza de masticar plantas y frutos, se habían transformado en unos diminutos dentículos de roedor entre los que habían desaparecido agudos colmillos y poderosas muelas, aquella vieja arpía no se pudo aguantar más la risa y soltó un escandaloso y desagradable graznido a modo de risotada.
El rostro del lobo bueno se contrajo en un gesto de sorpresa y luego de pánico cuando desde debajo del camastro salió reptando como una culebra Caperucita con un gran cuchillo en una de sus manitas. Entonces el pobre animal huyó de la casa como alma que lleva el diablo y desde la ventana le vieron resbalar y caer, tropezar con los árboles, golpearse con las ramas más bajas, hasta que la figura salió del halo del resplandor de la casa.


Mientras la vieja continuaba riéndose sin parar, Caperucita aprovechó la ocasión para encaramarse sobre las puntas de sus zapatitos de charol negro y, con la potencia de ambos bracitos, hundió el enorme cuchillo en el lado izquierdo del pecho de su abuela. La endeble caja toráxica cedió fácilmente y el arma afilada penetró entre las costillas como si fuera manteca.


El cuerpo cayó al suelo de madera y, apoyando su peso sobre el mango de nácar, la niña giró un cuarto de vuelta la sangrante hoja plateada. El frío y negro corazón quedó partido en dos.
Caperucita admiró su obra con satisfacción, alabando su propio ingenio: había aprendido de la vieja todo lo que ésta sabía y era hora de independizarse y continuar su vida sin la cortapisa de los adultos. Después, pese a estar aún casi sin aliento por el esfuerzo, siguió con la maquinación que había concebido y, diligentemente, mientras silbaba una canción escolar, procedió a desgarrar músculos, cortar tendones, amputar dedos y vaciar vísceras, como si aquello fuese el resultado de una bestia salvaje.


Al rato se presentó en la vivienda de los vecinos más próximos y ante una horrorizada mujer en camisón blanco se apareció cubierta de sangre y tartamudeando. Dicen que todavía habitan en la región los descendientes de los cazadores que primero comprobaron que se había visto correr al lobo saliendo de los terrenos de la difunta y luego le persiguieron sin descanso iluminando la noche con los haces de las antorchas hasta acorralarlo y matarlo sin piedad.


La niña se quedó a vivir en la casita blanca y con chimenea y cuentan los más viejos del lugar que en las noches de luna llena todavía puede verse a una pequeña sombra cubierta de una vieja piel de lobo que vaga por los parajes de la comarca. Cuentan que, con infantiles y níveas manos, recolecta hierbas y raíces ponzoñosas con los que elabora mortíferos venenos de los que los padres y los siete hermanos de Caperucita fueron sólo las primeras y desgraciadas víctimas.
También cuentan que de sus malas artes salió una manzana que hizo sumergirse a una princesa durante cien años en un sueño de muerte del que sólo la rescató el beso de un príncipe extranjero…pero, bueno, eso ya es otro cuento…


Y colorado colorín, esta terrible historia llegó a su fin.
Antonio Vega

Otra caperucita roja mala es la versión escrita por Triunfo Arciniegas en su libro Caperucita Roja y otras historias perversas. Leer caperucita  mala de Triunfo Arciniegas: (descargar PDF )  

Ese día encontré en el bosque la flor más linda de mi vida. Yo, que siempre he sido de buenos sentimientos y terrible admirador de la belleza, no me creí digno de ella y busqué a alguien para ofrecérsela. Fui por aquí, fui por allá, hasta que tropecé con la niña que le decían Caperucita Roja. La conocía pero nunca había tenido la ocasión de acercarme. La había visto pasar hacia la escuela con sus compañeros desde finales de abril. Tan locos, tan traviesos, siempre en una nube de polvo, nunca se detuvieron a conversar conmigo, ni siquiera me hicieron un adiós con la mano. Qué niña más graciosa. Se dejaba caer las medias a los tobillos y una mariposa ataba su cola de caballo. Me quedaba oyendo su risa entre los árboles. Le escribí una carta y la encontré sin abrir días después, cubierta de polvo, en el mismo árbol y atravesada por el mismo alfiler. Una vez vi que le tiraba la cola a un perro para divertirse. En otra ocasión apedreaba los murciélagos del campanario. La última vez llevaba de la oreja un conejo gris que nadie volvió a ver.


Detuve la bicicleta y desmonté. Me sacudí el polvo del camino y la saludé con respeto y alegría. Caperucita hizo con su chicle un globo tan grande como el mundo, lo estalló con la uña y se lo comió todo. Me rasqué detrás de la oreja, pateé una piedrecita, respiré profundo, siempre con la flor escondida. Caperucita me miró de arriba abajo y respondió a mi saludo sin dejar de masticar.


–¿Qué se te ofrece? ¿Eres el lobo feroz?
Me quedé mudo. Sí era el lobo pero no feroz. Y sólo pretendía regalarle una flor recién cortada.
Se la mostré de súbito, como por arte de magia. No esperaba que me aplaudiera como a los magos que sacan conejos del sombrero, pero tampoco ese gesto de fastidio. Titubeando, le dije:
– Quiero regalarte una flor, niña linda.
– ¿Esa flor? No veo por qué.
– Está llena de belleza –dije, lleno de emoción.
– No veo la belleza –dijo Caperucita–. Es una flor como cualquier otra.
Sacó el chicle y lo estiró. Luego lo volvió una pelotita y lo regresó a la boca. Se fue sin despedirse.
Me sentí herido, profundamente herido por su desprecio. Tanto, que se me soltaron las lágrimas. Subí a la bicicleta y le di alcance.
– Mira mi reguero de lágrimas.
– ¿Te caíste? –dijo–. Corre a un hospital.
– No me caí.
– Así parece porque no te veo las heridas.
– Las heridas están en mi corazón –dije.
– Eres un imbécil.


Escupió el chicle con la violencia de una bala y me pareció ver en el polvo una sangrienta herida.
Volvió a alejarse sin despedirse.
Sentí que el polvo del camino era mi pecho, traspasado por la bala de chicle, y el río de la sangre se estiraba hasta alcanzar una niña que ya no se veía por ninguna parte. No tuve valor para subir a la bicicleta. Me quedé toda la tarde sentado en la pena. Sin darme cuenta, uno tras otro, le arranqué los pétalos a la flor. Me arrimé al campanario abandonado pero no encontré consuelo entre los murciélagos, que se alejaron al anochecer. Atrapé una pulga en mi barriga, la destripé con rabia y esparcí al viento los pedazos. Empujando la bicicleta, con el peso del desprecio en los huesos y el corazón más desmigajado que una hoja seca pisoteada por cien caballos, fui al
pueblo y me tomé unas cervezas en la primera tienda. “Bonito disfraz”, me dijeron unos borrachos, y quisieron probárselo. Quise despedazarlos como pulgas pero eran más de tres.


Esa noche había fuegos artificiales. Todos estaban de fiesta. Vi a Caperucita con sus padres debajo del samán del parque. Se comía un inmenso helado de chocolate y era descaradamente feliz. Me alejé como alma que lleva el diablo.
Volví a ver a Caperucita unos días después en el camino del bosque.
– ¿Vas a la escuela? –le pregunté, y en seguida me di cuenta de que nadie asiste a clases con sandalias plateadas, blusa ombliguera y faldita de juguete.
– Estoy de vacaciones, lobo feroz –dijo–. ¿O te parece que éste es el uniforme?
El viento vino de lejos y se anidó en su ombligo.
– ¿Y qué llevas en el canasto?
– Un rico pastel para mi abuelita. ¿Quieres probar?
Casi me desmayo de la emoción. Caperucita me ofrecía su pastel. ¿Qué debía hacer? ¿Aceptar o decirle que acababa de almorzar? Si aceptaba pasaría por ansioso y maleducado: era un pastel para la abuela. Pero si rechazaba la invitación, heriría a Caperucita y jamás volvería a dirigirme la palabra. Me parecía tan amable, tan bella. Dije que sí.
– Corta un pedazo.
Me prestó su navaja y con gran cuidado aparté una tajada. La comí con delicadeza, con educación. Quería hacerle ver que tenía maneras refinadas, que no era un lobo cualquiera. El pastel no estaba muy sabroso, pero no se lo dije para no ofenderla. Tan pronto terminé sentí algo raro en el estómago, como una punzada que subía y se transformaba en ardor en el corazón.
– Es un experimento –dijo Caperucita–. Lo llevaba para probarlo con mi abuelita pero tú apareciste primero. Avísame si te mueres.
Y me dejó tirado en el camino, quejándome.
Así era ella, Caperucita Roja, tan bella y tan perversa. Casi no le perdono su travesura. Demoré mucho para perdonarla: tres días. Volví al camino del bosque y juro que se alegró de verme.
– La receta funciona –dijo–. Voy a venderla, lobo feroz.


Y con toda generosidad me contó el secreto: polvo de huesos de murciélago y picos de golondrina. Y algunas hierbas cuyo nombre desconocía. Lo demás todo el mundo lo sabe: mantequilla, harina, huevos y azúcar en las debidas proporciones. Dijo también que la acompañara a casa de su abuelita porque necesitaba de mí un favor muy especial. Batí la cola todo el camino. El corazón me sonaba como una locomotora. Ante la extrañeza de Caperucita, expliqué que estaba en tratamiento para que me instalaran un silenciador. Corrimos. El sudor inundó su ombligo, redondito y profundo, la perfección del universo. Tan pronto llegamos a la casa y pulsó el timbre, me dijo:
– Cómete a la abuela.
Abrí tamaños ojos.
– Vamos, hazlo ahora que tienes la oportunidad.
No podía creerlo. Le pregunté por qué.
Es una abuela rica – explicó–. Y tengo afán de heredar.

No tuve otra salida. Todo el mundo sabe eso. Pero quiero que se sepa que lo hice por amor.
Caperucita dijo que fue por hambre. La policía se lo creyó y anda detrás de mí para abrirme la barriga, sacarme a la abuela, llenarme de piedras y arrojarme al río, y que nunca se vuelva a saber de mí.
Quiero aclarar otros asuntos ahora que tengo su atención, señores. Caperucita dijo que me pusiera las ropas de su abuela y lo hice sin pensar. No veía muy bien con esos anteojos. La niña me llevó de la mano al bosque para jugar y allí se me escapó y empezó a pedir auxilio. Por eso me vieron vestido de abuela. No quería comerme a Caperucita, como ella gritaba. Tampoco me gusta vestirme de mujer, mis debilidades no llegan hasta allá. Siempre estoy vestido de lobo.
Es su palabra contra la mía. ¿Y quién no le cree a Caperucita? Sólo soy el lobo de la historia.
Aparte de la policía, señores, nadie quiere saber de mí.
Ni siquiera Caperucita Roja. Ahora más que nunca soy el lobo del bosque, solitario y perdido, envenenado por la flor del desprecio. Nunca le conté a Caperucita la indigestión de una semana que me produjo su abuela. Nunca tendré otra oportunidad. Ahora es una niña muy rica, siempre va en moto o en auto, y es difícil alcanzarla en mi destartalada bicicleta. Es difícil, inútil y peligroso. El otro día dijo que si la seguía molestando haría conmigo un abrigo de piel de lobo y me enseñó el resplandor de la navaja. Me da miedo. La creo muy capaz de cumplir su promesa

Versión de Caperucita Roja y el Lobo, de Roald Dahl

Una caperucita con aires de inocencia pero que en el momento cumbre del cuento deja de serlo al sacar un arma.

Leer caperucita  de Roald Dahl: (descargar PDF)

Caperucita Roja y el Lobo por Rohald Dahl
Estando una mañana haciendo el bobo
le entró un hambre espantosa al Señor Lobo,
así que, para echarse algo a la muela,
se fue corriendo a casa de la Abuela.
“¿Puedo pasar, Señora?”, preguntó.
La pobre anciana, al verlo, se asustó
pensando: “¡Este me come de un bocado!”.
Y, claro, no se había equivocado:
se convirtió la Abuela en alimento
en menos tiempo del que aquí te cuento.
Lo malo es que era flaca y tan huesuda
que al Lobo no le fue de gran ayuda:
“Sigo teniendo un hambre aterradora…
¡Tendré que merendarme otra señora!”.
Y, al no encontrar ninguna en la nevera,
gruñó con impaciencia aquella fiera:
“¡Esperaré sentado hasta que vuelva
Caperucita Roja de la Selva!”
-que así llamaba al Bosque la alimaña,
creyéndose en Brasil y no en España-.
Y porque no se viera su fiereza,
se disfrazó de abuela con presteza,
se dio laca en las uñas y en el pelo,
se puso la gran falda gris de vuelo,
zapatos, sombrerito, una chaqueta
y se sentó en espera de la nieta.
Llegó por fin Caperucita a mediodía
y dijo: “¿Cómo estás, abuela mía?
Por cierto, ¡me impresionan tus orejas!”.
“Para mejor oírte, que las viejas
somos un poco sordas”. “¡Abuelita,
qué ojos tan grandes tienes!”. “Claro, hijita,
son las lentillas nuevas que me ha puesto
para que pueda verte Don Ernesto
el oculista”, dijo el animal
mirándola con gesto angelical
mientras se le ocurría que la chica
iba a saberle mil veces más rica
que el rancho precedente. De repente
Caperucita dijo: “¡Qué imponente
abrigo de piel llevas este invierno!”.
El Lobo, estupefacto, dijo: “¡Un cuerno!
O no sabes el cuento o tú me mientes:
¡Ahora te toca hablarme de mis dientes!
¿Me estás tomando el pelo…? Oye, mocosa,
te comeré ahora mismo y a otra cosa”.
Pero ella se sentó en un canapé
y se sacó un revólver del corsé,
con calma apuntó bien a la cabeza
y -¡pam!- allí cayó la buena pieza.
Al poco tiempo vi a Caperucita
cruzando por el Bosque… ¡Pobrecita!
¿Sabéis lo que llevaba la infeliz?
Pues nada menos que un sobrepelliz
que a mí me pareció de piel de un lobo
que estuvo una mañana haciendo el bobo.
Versión de Miguel Azaola.

Como punto y aparte también podemos enumerar las versiones en otros idiomas no solo castellano o español. Es posible que cada país le de su propio matiz geográfico. Caperucita roja ha llegado hasta japón y por supuesto que tienen la versión de caperucita roja en japonés.

Versiones del cuento de caperucita roja y el lobo feroz en video

Otra versión de caperucita destacada es la presentada por Walt Disney en forma de corto de cine. Aquí caperucita es mal aconsejada por los dos hermanos vagos del cuento de los tres cerditos.  La podemos ver en youtube en el siguiente video.

Nos faltan versiones, pues son innumerables los textos y libros que se han realizado con caperucita como protagonista, estos son solo unos ejemplos comenzando por los más conocidos y luego dando unas pinceladas.  Pero con el paso del tiempo otra versión nueva de caperucita  vendrá. Este cuento tiene implícito algo especial que lo hace tan popular y atractivo que siempre alguien encontrará nuevas formas de contarlo. Lo normal será hallar versiones de caperucita roja para niños, aunque se han realizado versiones no tan infantiles.

Aparte de textos, hablamos de series y películas, como por ejemplo el film más conocido titulado en España ¿a quién tienes miedo? del año 2011. Que versiones leeremos en el futuro no lo sabemos, pero  auguramos que podran versar sobre cualquier tema. Puesto que Incluso ya se puede leer una versión chistosa o  la versión feminista entre otras versiones del cuento.

Para finalizar comentar que hemos encontrado una versión tan surrealista como la políticamente correcta del escritor James Finn Garner. Leer caperucita  políticamente correcta: (descargar PDF)  

 

Después del cuento y este final feliz o a veces de no tan buena terminación, vamos a analizar superficialmente algunos de los aspectos del cuento, que podrán ser tratados con más profundidad en las diferentes entradas de este blog dedicado a caperucita roja. También tenemos el cuento de caperucita roja con imágenes PDF en la web, para disfrutar de la lectura acompañado de dibujos. 

Personajes del cuento de caperucita

Los principales personajes del cuento de caperucita son caperucita, el lobo, la abuelita. En menor medida la mama y el cazador o leñador según las diferentes versiones.

personajes cuento caperucita
Protagonistas del cuento de caperucita roja

Caperucita roja es una chica o niña muy inocente, amiga de todo el mundo que cree en la bondad de las personas y confía plenamente en ellas. Sin lugar a dudas, representa la ingenuidad y dulzura.

El lobo de caperucita, por otro lado personifica la maldad, o más bien, el imprevisto o el extraño que puede llegar ser malo y hacer daño, y del que hay que cuidarse.

La abuelita de caperucita roja simboliza la fragilidad e indefensión, un motivo que nos lleva a realizar el esfuerzo por voluntad propia de cuidar a nuestros seres queridos mayores

La mamá de caperucita roja representa lo buenos consejos y el sentido común, pues ya al inicio del cuento la madre aconseja los peligros que puede encontrar en el bosque en su camino.

El cazador es el valiente bienhechor, un personaje atractivo y justo que salva a los buenos y castiga a los malos, en otras versiones viene representado por un leñador, en todo caso una persona que se le supone fuerte y que tiene suficiente poder para proteger y destruir al mal.

Autores del cuento de caperucita

Se podría decir que el autor de caperucita roja es anónimo, pues este cuento infantil proviene de una fábula que se ha transmitido durante siglos por Europa, hasta que el escritor francés Perrault lo incluyo en una de sus colecciones.

Posteriormente los Hermanos Grimm también realizaron su versión y le dieron el impulso definitivo para que fuera tan conocido. Este empuje ha sido por supuesto apoyado por las numerosas animaciones en dibujos, libros, series de televisión y alguna que otra película que han difundido esta historia europea por todo el mundo.

Moraleja del cuento de caperucita

La moraleja de esta fábula o cuento de caperucita roja y el lobo viene a luchar contra los peligros y riesgos de la época medieval, o probablemente anteriormente. Hay que tener en cuenta que salir de la seguridad de los pueblos y villas para adentrarse en los bosques, lugares solitarios sin mucho tránsito de personas era facíl ser atacado por fieras o incluso algo más peligroso. Si, hablamos de despiadados hombres dispuesto a todo con el fin de cumplir su propio interés personal.

Otra forma de verlo más directa, no deberíamos estar confiados y distraídos, la prudencia es muy importante

Dibujos y actividades infantiles  con caperucita y el lobo y demás personajes

Otro aspecto que lleva implícito el cuento de caperucita roja y el lobo es la cantidad de recursos educativos que se pueden apoyar en esta fábula. Al ser tan conocida siempre es atractiva para los niños, sus mámas o papas y por qué no, los profesores.  Dibujos para colorear de caperucita roja, disfraces, manualidades, juegos y actividades como el teatro. Son actividades que pueden basarse en este cuento infantil para distraer y educar a los niños en el periodo de su enseñanza primaria.